En los últimos doce meses y 10 días, desde el 15 de noviembre de 2019 a este 25, la ganadería ha pasado de la cúspide de precios y expectativas a tal vez la situación más adversa desde 2016, cuando la suma de atraso cambiario y llegada de carne con residuos de Ethion, inundaciones en abril, tenían al sector complicado.
El precio del novillo gordo ha pasado en 12 meses de estar arriba de US$ y subiendo, a quedar por debajo de US$ 3 y bajando.
El precio del ternero de superar los tres dólares a quedar por debajo de dos.
Arriesgo una hipótesis personal, y la someto a consideración.
El precio de exportación ha resistido sobre US$ 3.800 por tonelada, que es el actual promedio 2020 (US$ 3,785 para ser exactos). Si el equilibrio de precio de exportación es US$ 3.800, el precio del novillo empíricamente se sitúa sobre US$ 3.400 por tonelada de carcasa, es decir US$ 3,4 por kilo.
Con ese precio en carcasa, el precio en pie a un rendimiento de 53% tiende a ser US$ 1,80.
Y a ese precio, la relación de reposición de largo plazo podría ser cercana a dos dólares, una relación de 1,10 a favor del criador. Para un ternero de cerca de 200 kilos da un ternero de unos US$ 400.
Esa es una estabilidad que sin pandemia y con clima normal podría ser un centro de gravedad para el péndulo de la cadena cárnica.
La primera pregunta sería si esos supuestos son válidos. La segunda es cómo lograr que las oscilaciones no sean tan salvajes como han sido en los últimos tiempos, con pérdidas fuertes alternadas en lugar de un crecimiento moderado y estable.