No ha sido un año fácil para la ganadería. El clima pegó muy duro y el freno de China complementó un doble golpe que llevó a los márgenes más exiguos en varios años. Pero a nuestro entender lo más problemático es la imagen de la carne vacuna. Es que la temperatura global ha sido récord, la presencia de gases de efecto invernadero en la atmósfera es récord y las mediciones de hielos en lugares clave del mundo es récord de mínima. La producción de carne de rumiantes y en particular la carne vacuna en América del Sur, donde hay una intensa deforestación, corre un riesgo serio de desprestigiarse.
Si Uruguay no hace una diferenciación clara de su producto, la baja de precios puede hacerse estructural.
La deforestación ha sido norma en Brasil, Paraguay y en Argentina. Nunca lo ha sido en Uruguay. Allá los países vecinos con sus políticas. Uruguay tiene todo para demostrarle al mundo que su carne es la mejor del mundo por su calidad ambiental. Si el mundo se entera que no deforestamos, no quemamos, sostenemos un área relevante de campo natural, tenemos trazabilidad y una matriz energética limpia, somos insuperables.
Y si cada productor reflexiona sobre cómo tener más materia orgánica en el suelo -más fertilidad y retención de agua-, más biodiversidad, mayor calidad de agua, se emprende un camino de valorización de la carne uruguaya que puede empujar los US$ 4.000 por tonelada en un camino creciente que no tiene final y que éticamente significa simplemente hacer las cosas bien por nosotros, por los consumidores y por los nietos de los productores y los consumidores.
No creemos en argumentar que los aviones contaminan más que las vacas, no creemos que el eje central sea el intento por cambiar las mediciones de GWP a GWP*, no creemos que talar selva siga siendo justificable en este siglo, no creemos que hacer lobby para que el impacto de la ganadería pase a 14% a 12% sea lo principal.
Lo principal, la aventura épica a la que vale la pena embarcarse y comunicar es la de la ganadería junto a los ñandúes, las mulitas, las aves y los turistas que vienen a ver con asombro cómo se produce en convivencia con la vida silvestre.
La aventura productiva es sumar materia orgánica, lombrices, microorganismos, leguminosas que ponen nitrógeno, cultivares con taninos que reducen emisiones de metano, y bajar la edad de faena y las vacas falladas porque eso también es bajar las emisiones de metano, y mejorar la eficiencia del sistema.
Ese es el norte por el que insistimos en 2023 y seguiremos insistiendo en 2024, que probablemente sea más caliente y más contaminado que 2023, y en el que construir precio para la carne sea más difícil. Es decir este planteo, creemos, será cada año más vigente. Investigar, desarrollar, aplicar en predios, medir, construir redes y difundirlo al mundo -trazabilidad mediante- es el norte que nos seguirá entusiasmando proponer.
En esta última edición de 2023, queríamos invitar a este debate que seguirá en 2024 y en los años siguientes hasta que tal vez en algún momento rememos alineados en valorizar la carne desde el cariño a la naturaleza.