Una semana atrás se filtró una noticia que indicaba que Brasil y Argentina habían presionado para relativizar el impacto del metano y la ganadería en el calentamiento global. Quedaron mal parados.
Esta semana se supo que Uruguay se ha sumado al compromiso de baja de emisiones de metano y aunque este gas incoloro e inodoro sea un desafío para el sector ganadero, entendemos que es una decisión correcta. Uruguay asume la verdad comprobada y no niega el papel del metano en el calentamiento global, pero marca su posición, diferenciando al metano de origen animal, parte de un ciclo biológico y el fósil, fruto de la extracción de algo que estaba bajo tierra.
Uruguay hace bien en unirse, en reconocer que el metano es un problema, en diferenciar el origen de animales que están sobre pasturas naturales del que proviene de gases y en sumarse a un acuerdo que no le exige específicamente al país bajar 30% (ya que es un descenso en conjunto de todos los signatarios) y que no tiene sanciones previstas.
Aún así, de aquí en adelante la ganadería empieza una carrera fundamental por mostrar las cualidades de sus productos en el marco de la gran batalla global por frenar el calentamiento.
Por un lado el balance implicará bajar las emisiones, trabajar en genética como ya se está haciendo, trabajar en combinaciones de intensificación y raciones apropiadas.
Por otro trabajar en mejorar la captura de carbono con métodos de pastoreo y eventualmente forestación. Ningún sector escapa de la gran meta de la neutralidad climática al 2050 y en la medida que Uruguay pueda también ser vanguardia en eso, la competitividad de la ganadería uruguaya seguirá asegurada en el largo plazo.