por Eduardo Blasina
Primero fue la baja en la edad de faena, luego fue la aceleración de la recría, pero da la impresión que los cambios estructurales en la ganadería han llegado al bastión que parecía irreductible, la tasa de destete de vacunos y ovinos.
La ganadería no tiene condiciones de crecer en área, pero al destrabarse las tasas de destete de vacunos y ovinos se abre todo un potencial de crecimiento cuyo techo es inexplorado. Hasta ahora la producción de terneros dependía de la cantidad de vientres entorados y de las lluvias de verano así como la producción de corderos de las ovejas encarneradas y de los temporales de primavera.
Tanto en vacunos como en ovinos hay por un lado mayor eficiencia y por otro más resiliencia, más capacidad de soportar años adversos. Así lo muestran los casi tres millones de terneros en el stock (2,98 millones) que serán 3,05 millones en el otoño próximo.
Eso a su vez es una provisión mayor y más veloz de vientres de remplazo.
Con un precio de exportación de la carne que se estabilice cerca de los US$ 5.000, con una entrada más fluida en Asia y tal vez ahora sí un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea que amplíe cuotas el marco está dado para que el aumento en la eficiencia de la cría y de todo el rodeo lleve la producción de carne vacuna a límites nunca antes explorados y a una gradual recuperación de la producción ovina.