Entre la vaca les gana y el yacimiento de Vaca muerta

Por Eduardo Blasina

La ganadería uruguaya tiene que despertar a la amenaza importante que significa el calentamiento global para nuestros nietos en su vida cotidiana y para la ganadería como actividad que -nos guste o no nos guste- genera emisiones de metano y arriesga a ser despreciada por los consumidores como si se tratara del consumo de petróleo o gas.

Si la humanidad no deja de usar carbón, petróleo y gas y no deja de talar selvas simplemente colapsará. Se trata de física y química, no de ideología.

Uruguay no extrae petróleo, ni carbón ni gas, ni tala bosques para hacer ganadería. Es el único país de América que puede decir eso. Brasil está por entrar a la versión ampliada de la OPEP, la llamada OPEP+,  los países exportadores de petróleo. Argentina está apostando a los yacimientos de hidrocarburos de Vaca muerta. Brasil ha talado y algo menos pero sigue talando selva. Lo mismo los demás países del Mercosur -próximamente ampliado con el ingreso de Bolivia-.

EEUU exporta petróleo igual que Canadá y México. Uruguay tiene a matriz energética más renovable del continente.

Pero a la hora de defender a la carne en la COP 28 vamos junto a los que talan selva y siguen extrayendo petróleo. Y el argumento que adoptamos es el de tratar de cambiar la métrica, buscar ganar en la liga sin cambiar en la cancha.

Nuestra ganadería pastoril va a defenderse junto con la de otras partes donde se hace en base a motosierras que aniquilan la biodiversidad o a campos de concentración de ganado con miles de cabezas hacinadas.

Uruguay es distinto, pero a la hora de defender su carne, va formando parte de un grupo en el que se busca justificar lo que para los consumidores nunca será justificable.

No se va a defender pidiendo un cambio de métricas y que el metano en vez de una equivalencia tenga otra o que no nos cuenten las emisiones de tal o cual manera. Se gana o no se gana en el potrero, no en la liga.

El documento de defensa de la ganadería en la COP 28 afirma que “Es común atribuirle a la ganadería bovina la deforestación de bosques nativos. De hecho, ha existido una correlación entre ganadería y desmonte en Brasil, Paraguay y Colombia. Pero el desmonte en los casos de Argentina y Bolivia están más bien vinculados a la producción de soja y otros cultivos”. Más que una defensa es una admisión de culpa. Si esa es la defensa, más se parece a una admisión de que sí, la ganadería deforesta, pero en Argentina un poco más deforesta la soja y en Bolivia tal vez un poco más la coca. ¿Es eso una defensa?

Más adelante indica que “es menester concebir esos impactos como una contraprestación inevitable a la producción de nutrientes esenciales para la alimentación.”  La admisión del impacto se hace explícita. Eso parece una invitación a buscar esos nutrientes en fuentes alternativas como el pollo, cuyo consumo crece incesantemente y que no tiene vínculo ni con la deforestación ni con la emisión de metano. No es algo que vaya a ocurrir en el futuro, es algo que ya pasa en muchas partes del mundo, y sí, también está pasando en Uruguay (que puede producir sin impacto).

¿A cuántos estudiosos del clima creemos que vamos a convencer? ¿A cuántas consumidoras de Japón?

La defensa de la ganadería uruguaya es simple. Cero deforestación, matriz energética renovable y trabajo incesante por más carbono en los suelos, más árboles en los pastizales nativos para silvopastoreo, corredores biológicos y pastoreos que priorizan la salud del suelo y las pasturas y el esfuerzo denodado por emitir menos metano. Pero vamos en un tren que va en otra dirección.

Como nadie en el continente nos puede acompañar en “cero energía fósil, cero deforestación” porque quieren seguir deforestando y sacando petróleo, hemos decidido acompañarlos en una estrategia que se pone a revolver decimales de indicadores y podrá obtener alguna victoria pírrica en el sultanato de Dubai pero que a una madre escandinava o coreana o japonesa nunca le resultará aceptable.

Planificar la electrificación o el uso de hidrógeno en los fletes. Trabajar en resolver los problemas en lugar de eludirlos. Mostrar la investigación que se hace, promover las técnicas que ya se conocen, mejorar las mediciones del carbono capturado, acerlerar las revoluciones tecnológicas que sean necesarias para hacer una ganadería carbono neutral es la vida o la muerte de la carne.

Pero nada de eso es de interés de otros países del continente a los que estamos acompañando que seguirán pretendiendo un libre comercio que garantice el derecho a destruir la vida silvestre que el mundo reclama con urgencia restaurar.

Nosotros deberíamos apostar a la vaca le gana (también al calentamiento), mientras Brasil apuesta a su próxima entrada a la Organización de Países Exportadores de Petróleo y Argentina apuesta a Vaca Muerta. Pero por ahora solo pedimos que el carbono y el metano en vez de medirlo así, nos lo midan a nuestro gusto, asá. Por ahora la estrategia es la de Vaca Muerta.

En algún momento deberíamos evaluar si este camino que emprenden petroleros y taladores de selva valoriza a nuestro campo natural y nuestra trazabilidad. Aquí hay un escéptico al respecto.

 

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